¿Qué
tenían que hacer aquellos hombres que querían defender los intereses del
Imperio Español en los campos de batalla?
Los
soldados eran voluntarios sin tener en cuenta el estamento social en el que
estuvieran, salvo en casos excepcionales o para ciertos condenados por la
justicia. Entraban en los Tercios con muchos objetivos: para obtener honor y
reputación, ganarse la vida o ascender en el ámbito social, ya que por entonces
el ejército otorgaba esa posibilidad. Para tal ascenso era necesario demostrar
en la batalla el valor y experiencia. Generalmente, los ascensos se daban por
antigüedad, pero por desgracia las influencias cobraban importancia a la hora
de designar a los capitanes y oficiales superiores. Para Flandes, por
ejemplo, se intentaba reclutar voluntarios que demostraran más calidad a la
hora de luchar. Si el soldado era considerado apto para ser capitán, el mismo
rey le entregaba una conducta mediante la cual se le autorizaba a levantar una
Compañía o Tercio en algún lugar del Reino. A continuación se diseñaba su
propia bandera, cuya única obligatoriedad era tener una cruz de San Andrés roja
cruzada de esquina a esquina.
El Imperio Español tenía un
problema y era que la totalidad de sus territorios estaban inconexos entre sí
por lo que se tuvo que crear un ejército permanente y siempre movilizado. Todos
estos factores provocaron que la Corona creara un método de reclutamiento
directo, adelantándose a las técnicas indirectas del resto de países. Dicho
sistema de reclutamiento era el más avanzado de la época y necesitaba manejar
cantidades de dinero para abastecer a las tropas durante todo el año.
El reclutamiento en España se
trataba de un monopolio real, y sin el permiso del rey no se podía tocar un
tambor o arbolar una bandera para reunir soldados. El monarca español acaparó
la capacidad del reclutamiento de españoles, los más valorados de los soldados,
imponiendo un férreo control administrativo.
Los lugares donde se
reclutaban eran los municipios más importantes y poblados de Castilla, como
Burgos, Valladolid, Toledo, Sevilla, etc. El motivo de que los
capitanes fueran a ciudades grandes es que allí encontrarían hombres sin
empleo y campesinos que venían de los campos exteriores a la ciudad, enterados
por el simple hecho de que la recluta para una compañía era un evento de
carácter festivo.
La vida de los tercios en
Italia era prácticamente relajada y cómoda gracias al clima, la riqueza del
territorio, el idioma parecido, sus bellas ciudades y la colaboración de sus
habitantes. Eso hacía que el reclutamiento para los tercios de Italia fuera
siempre fácil y atrajera a muchos jóvenes.
Todo
comenzaba con la emisión de las órdenes reales por parte del Consejo de Guerra,
en las que se informaba del número de hombres que se pretendían reclutar, los
lugares y las compañías que se formarían. Estos papeles llegaban a las ciudades
donde se debía realizar junto con los capitanes implicados en el reclutamiento,
que traían en sus manos las distintas cartas y cédulas reales. El capitán solo
debía de dar cuentas al monarca y a los comisarios enviados por el Consejo de
Guerra, haciendo de reclutamiento un sistema de vía directa. Por norma general, normalmente cuando se requería de una recluta de gran importancia se decretaba la formación de un nuevo tercio.
Una
vez llegado el capitán al lugar de reclutamiento le bastaba con tomar pluma y
papel para alistar a los voluntarios que podrían ser españoles, extranjeros,
nobles, humildes, honestos, políticos, empresarios, novatos, con experiencia.
Todos eran bienvenidos y tratados con igualdad. El capitán no debía obligar a
nadie a alistarse. Para convencer a los hombres de alistarse en el ejército les
hablaban de experiencias y oportunidades de la vida militar, contaban batallas,
hablaban de saqueos y el hecho de adquirir dinero perteneciendo a la vida
militar. Todo valía para embaucar a cualquier hombre que sirviese para defender
los territorios del Imperio Español o conquistar nuevos lugares. Muchos se
alistaban por motivos económicos, por ascender socialmente, por las ganas de
conocer mundo o escapar de la justicia cambiando de nombre. Todos los argumentos
son válidos, aun así se implementaran alguna que otra medida para dar un
empujón a esos ciudadanos todavía indecisos.
Una medida podría ser que se les daba a los soldados
la soldada o prima de enganche. En los tercios se usaba esta prima para
pertrecharse adecuadamente para el combate, es decir, comprar espadas,
vizcaínas, cotas de malla o de cuero, corazas, picas o también ropa. Para
evitar la conocida picaresca española, muy típica por otra parte en los
Tercios, no siempre se entregaba esta prima al principio, sino al cabo de unos
meses de estar en el ejército.
Cuando este proceso terminaba en una circunscripción,
un comisario que era nombrado por el Consejo de Guerra era el que se encargaba
de recibir las compañías y llevarlas al embarcadero. El comisario controlaba y
cuidaba que los soldados no cometieran excesos en los alojamientos. Para pagar
a las tropas se nombraba a un pagador que recibía los fondos desde la Corte.
El número de soldados que se debían de reunir en una recluta evolucionó con el paso del tiempo. En 1520 sobrepasaban las 400 unidades, mientras que antes de 1580 se reclutaban 150 unidades menos. A partir de la década de los 80 del Siglo VI, a causa de la crisis demográfica que afectaba a España hacía muy difícil completar las compañías perdiendo la eficacia del reclutamiento.
Durante el reinado Felipe II se estima que se intentaba reclutar unos 9.000 hombres, unos años más y otros menos, pero siempre alrededor de esa cifra. En 1594, a pesar de los fracasos y contratiempos el Consejo de Guerra lograba reclutar entre 4.000 y 6.000 soldados de media anual.
Fuentes:
El número de soldados que se debían de reunir en una recluta evolucionó con el paso del tiempo. En 1520 sobrepasaban las 400 unidades, mientras que antes de 1580 se reclutaban 150 unidades menos. A partir de la década de los 80 del Siglo VI, a causa de la crisis demográfica que afectaba a España hacía muy difícil completar las compañías perdiendo la eficacia del reclutamiento.
Durante el reinado Felipe II se estima que se intentaba reclutar unos 9.000 hombres, unos años más y otros menos, pero siempre alrededor de esa cifra. En 1594, a pesar de los fracasos y contratiempos el Consejo de Guerra lograba reclutar entre 4.000 y 6.000 soldados de media anual.
Fuentes:
El
reclutamiento en los Tercios: http://www.erepublik.com/es/article/el-reclutamiento-en-los-tercios-2423689/1/20
Desperta Ferro, Los Tercios en el Siglo XVI.
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