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sábado, 23 de abril de 2016

El reclutamiento de los Tercios Españoles

¿Qué tenían que hacer aquellos hombres que querían defender los intereses del Imperio Español en los campos de batalla?

Los soldados eran voluntarios sin tener en cuenta el estamento social en el que estuvieran, salvo en casos excepcionales o para ciertos condenados por la justicia. Entraban en los Tercios con muchos objetivos: para obtener honor y reputación, ganarse la vida o ascender en el ámbito social, ya que por entonces el ejército otorgaba esa posibilidad. Para tal ascenso era necesario demostrar en la batalla el valor y experiencia. Generalmente, los ascensos se daban por antigüedad, pero por desgracia las influencias cobraban importancia a la hora de designar a los capitanes y oficiales superiores. Para Flandes, por ejemplo, se intentaba reclutar voluntarios que demostraran más calidad a la hora de luchar. Si el soldado era considerado apto para ser capitán, el mismo rey le entregaba una conducta mediante la cual se le autorizaba a levantar una Compañía o Tercio en algún lugar del Reino. A continuación se diseñaba su propia bandera, cuya única obligatoriedad era tener una cruz de San Andrés roja cruzada de esquina a esquina.
El Imperio Español tenía un problema y era que la totalidad de sus territorios estaban inconexos entre sí por lo que se tuvo que crear un ejército permanente y siempre movilizado. Todos estos factores provocaron que la Corona creara un método de reclutamiento directo, adelantándose a las técnicas indirectas del resto de países. Dicho sistema de reclutamiento era el más avanzado de la época y necesitaba manejar cantidades de dinero para abastecer a las tropas durante todo el año. 



El reclutamiento en España se trataba de un monopolio real, y sin el permiso del rey no se podía tocar un tambor o arbolar una bandera para reunir soldados. El monarca español acaparó la capacidad del reclutamiento de españoles, los más valorados de los soldados, imponiendo un férreo control administrativo.
Los lugares donde se reclutaban eran los municipios más importantes y poblados de Castilla, como Burgos, Valladolid, Toledo, Sevilla, etc. El motivo de que los capitanes fueran a ciudades grandes es que allí encontrarían hombres sin empleo y campesinos que venían de los campos exteriores a la ciudad, enterados por el simple hecho de que la recluta para una compañía era un evento de carácter festivo.
La vida de los tercios en Italia era prácticamente relajada y cómoda gracias al clima, la riqueza del territorio, el idioma parecido, sus bellas ciudades y la colaboración de sus habitantes. Eso hacía que el reclutamiento para los tercios de Italia fuera siempre fácil y atrajera a muchos jóvenes.

 
¿Cómo comenzaba el proceso de reclutamiento?

Todo comenzaba con la emisión de las órdenes reales por parte del Consejo de Guerra, en las que se informaba del número de hombres que se pretendían reclutar, los lugares y las compañías que se formarían. Estos papeles llegaban a las ciudades donde se debía realizar junto con los capitanes implicados en el reclutamiento, que traían en sus manos las distintas cartas y cédulas reales. El capitán solo debía de dar cuentas al monarca y a los comisarios enviados por el Consejo de Guerra, haciendo de reclutamiento un sistema de vía directa. Por norma general, normalmente cuando se requería de una recluta de gran importancia se decretaba la formación de un nuevo tercio.


Una vez llegado el capitán al lugar de reclutamiento le bastaba con tomar pluma y papel para alistar a los voluntarios que podrían ser españoles, extranjeros, nobles, humildes, honestos, políticos, empresarios, novatos, con experiencia. Todos eran bienvenidos y tratados con igualdad. El capitán no debía obligar a nadie a alistarse. Para convencer a los hombres de alistarse en el ejército les hablaban de experiencias y oportunidades de la vida militar, contaban batallas, hablaban de saqueos y el hecho de adquirir dinero perteneciendo a la vida militar. Todo valía para embaucar a cualquier hombre que sirviese para defender los territorios del Imperio Español o conquistar nuevos lugares. Muchos se alistaban por motivos económicos, por ascender socialmente, por las ganas de conocer mundo o escapar de la justicia cambiando de nombre. Todos los argumentos son válidos, aun así se implementaran alguna que otra medida para dar un empujón a esos ciudadanos todavía indecisos.
 
Una medida podría ser que se les daba a los soldados la soldada o prima de enganche. En los tercios se usaba esta prima para pertrecharse adecuadamente para el combate, es decir, comprar espadas, vizcaínas, cotas de malla o de cuero, corazas, picas o también ropa. Para evitar la conocida picaresca española, muy típica por otra parte en los Tercios, no siempre se entregaba esta prima al principio, sino al cabo de unos meses de estar en el ejército.
Cuando este proceso terminaba en una circunscripción, un comisario que era nombrado por el Consejo de Guerra era el que se encargaba de recibir las compañías y llevarlas al embarcadero. El comisario controlaba y cuidaba que los soldados no cometieran excesos en los alojamientos. Para pagar a las tropas se nombraba a un pagador que recibía los fondos desde la Corte.



El número de soldados que se debían de reunir en una recluta evolucionó con el paso del tiempo. En 1520 sobrepasaban las 400 unidades, mientras que antes de 1580 se reclutaban 150 unidades menos. A partir de la década de los 80 del Siglo VI, a causa de la crisis demográfica que afectaba a España hacía muy difícil completar las compañías perdiendo la eficacia del reclutamiento.  


Durante el reinado  Felipe II se estima que se intentaba reclutar unos 9.000 hombres, unos años más y otros menos, pero siempre alrededor de esa cifra. En 1594, a pesar de los fracasos y contratiempos el Consejo de Guerra lograba reclutar entre 4.000 y 6.000 soldados de media anual.



Fuentes:



Desperta Ferro, Los Tercios en el Siglo XVI.

Tercios de España: La infantería legendario. Fernando Martínez Laínez y José María Sánchez de Toca.

LOS TERCIOS. René Quatrefages.



 

 

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