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jueves, 16 de abril de 2015

Gonzalo Fernández de Córdoba ante el cadáver del Duque de Nemours

 
 
Cuando José  Casado del Alisal fue nombrado profesor de la Escuela Superior de Pintura, Escultura y Grabado de Madrid estaba ejecutando este lienzo, presentado a la Exposición Nacional de 1866, consiguiendo una primera medalla. Luis de Armagnac, duque de Nemours, cayó muerto de un tiro de arcabuz durante la batalla que el 28 de abril de 1503 mantuvieron las tropas francesas a su mando en la pequeña localidad italiana de Ceriñola, defendida por el ejército español a las órdenes de don Gonzalo Fernández de Córdoba, en una de las batallas más importantes ganadas por las tropas españolas enviadas a Italia por los Reyes Católicos para recuperar el reino de Nápoles, arrebatado por los franceses a la corona española. Al día siguiente del enfrentamiento, con las primeras luces del alba, el Gran Capitán recorrió con sus oficiales el campo de batalla, sembrado con casi 3.000 muertos y heridos. El general español encontró el cadáver desnudo de su enemigo y lo mandó trasladar a la iglesia de San Francisco de Barletta, donde fue inhumado con todos los honores de su rango. 

En esta escena, Casado inmortaliza el reconocimiento y el respeto del general español vencedor hacia el valor del enemigo, derrotado y muerto en combate. El Gran Capitán ha descendido de su caballo para contemplar el cadáver del duque. El fiel paje que levanta la cabeza del vencido se dirige a don Gonzalo en actitud implorante. A la derecha encontramos varios oficiales españoles que contemplan el episodio desde sus caballos, mientras en el fondo vemos las tropas alejándose del campo de batalla. Casado emplea una diagonal para organizar la composición, arrancando desde la figura del paje arrodillado, continuándola con el caballo, la cabeza del Gran Capitán y las figuras de los generales. Otra diagonal arranca desde la esquina superior izquierda, dirigiéndose en profundidad hacia la zona contraria, acentuada por las figuras de los soldados que se dirigen al fondo. El pintor ha reducido la escena a los principales personajes que aparecen en primer plano, simplificando el paisaje del fondo de suaves llanuras en las que se aprecian movimiento de tropas y lejano humo de incendios. Las influencias de Velázquez en los caballos y de los románticos franceses en los cadáveres siguen presentes en la obra de Casado, apreciándose ecos de Federico de Madrazo en el dibujo y el color. El cuadro fue adquirido por el Estado en 1.600 escudos, siendo cedido años más tarde al Senado.

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