Con el arcabuz en ristre, decenas de balas en el zurrón y la sangre del enemigo sobre sus camisas. Así combatieron los soldados hispanos que, en 1.525 y en las afueras de la ciudad de Pavía, se enfrentaron a la que, por entonces, era la mejor caballería de Europa: la francesa.
Antonio Leyva curtido en mil batallas, quedó al mando de las tropas refugiadas en Pavía, los franceses conscientes de la amenaza que se aproximaba por el norte, tenían una misión clara, rendir rápido a los defensores, en primer lugar, para poder centrar sus esfuerzos en derrotar al ejercito que se aproximaba, y en segundo lugar para que los servicios a pagar a los mercenarios fuesen los menos posibles ya que no andaba la corona francesa sobrada de recursos. Pero el objetivo francés no se cumplía, los mercenarios alemanes y los mosquetes españoles resisten a las hordas francesas al hambre y a las enfermedades. La rendición parecía estar cerca y más aun cuando los mercenarios contratados no eran pagados, pero aun así la ciudad no caería. Los sitiados arcabuceros españoles juraron defender la ciudad aun sin cobrar.
Una pequeña parte de las fuerzas francesas se retiraron a Genova y Nápoles, mientras que el grueso continuaba presionando Pavía. El propio Leyva enfermo hacia a los suyos en las batallas subirle con una litera a las murallas para observar los detalles de los encuentros entre ambos ejércitos.
Finalmente cuando las tropas de Leyva estaban ya a punto de claudicar, llegaron los refuerzos. Un ejército formado por 13.000 infantes alemanes, 6.000 españoles y 3.000 italianos con 2.300 jinetes y 17 cañones aparece dispuesto a librar a Pavía del asedio galo. Los primeros choques se producen entre los cuadros de piqueros españoles y lansquenetes (unidades de infantería alemanas) y la caballería francesa. Dicha caballería gozaba de gran fama pero se mostraba inoperante ante las largas lanzas y la perfecta coordinación y organización de los cuadros hispano-germanos que no dejaban ni acercarse a los caballos al borde de la formación. Por otro lado la artillería francesa muy supieron es capaz de contrarrestar a los cañones españoles pero a costa de dejar descubierta su retaguardia ya que esta quedaba desprotegida al preparar el monarca francés un gran ataque.
Este ataque consistía en una carga total de la caballería pesada francesa, el rey Francisco I de Francia se jugaba su mejor baza, ya que la infantería francesa era muy inferior a la española y sin la caballería nada podría defender a su otro punto fuerte, la artillería. Los jinetes franceses se aproximaban a las filas españolas, pero aparte de las picas, los españoles tenían otro as en la manga, 3.000 Arcabuceros imperiales dieron buena cuenta de la caballería francesa con grandes descargas que hicieron que apenas llegasen jinetes hasta las posiciones españolas, y los que lo hicieron cayeron a manos de los cuadros de picas mencionados anteriormente.
En ese momento Leyva ordena a sus hombres salir de la ciudad para cortar la retirada francesa, a pesar de que estos están exhaustos, son capaces de plantar cara a la infantería francesa.
Lo más difícil ya estaba hecho, la Batalla de Pavía ya tenía dueño, el grueso del ejercito francés está entre dos fuerzas que cada vez presionan más. Apenas ha habido bajas entre los españoles, en cambio, los cadáveres galos se amontonan en el suelo. La encerrona fue tal que incluso el rey francés Francisco I queda atrapado junto a su escolta, la cual intenta romper el cerco, pero es inútil. Finalmente con el ejército francés prácticamente derrotado, y los españoles en perfectas condiciones el rey Francisco I es hecho prisionero por un soldado llamado Juan de Urbieta, que a pesar de ser consciente de haber apresado a alguien importante, no sabia realmente que aquel personaje se trataba del rey de Francia. Además el ejercito francés quedo descabezado ya que muchos oficiales distinguidos perdieron la vida en la batalla.
El rey Francisco I de Francia fue llevado a Madrid como prisionero donde estuvo preso cerca de 1 año. Este fue obligado a firmar el Tratado de Madrid por el cual Francia renunciaría al Milanesado, Nápoles, Flandes, Artois y Borgoña. No obstante Francia no tardaría en incumplir ese tratado aliándose con el papado, pero ese lance y sus consecuencias las analizaremos en otra batalla. Lo que sí dejó patente la batalla, es que España contaba con la supremacía militar de la época, los Tercios ya habían nacido y comenzaban a labrarse su fama en dicha época, la tecnología y predisposición militar española eran únicas.
Fuente: Batallas de guerra
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