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jueves, 9 de abril de 2015

Batalla de Mühlberg

Una nueva tendencia se expande rápido por el centro de Europa, Las ideas luteranas ganan adeptos a lo largo y ancho del Sacro Imperio Germánico y su convivencia con las ideas tradicionales católicas se hace imposible. Los lideres de este nuevo movimiento formaron la Liga Smalkalda, una unión que pretendía disputarle el poder al emperador Carlos I de España y V de Alemania. Pero fueron mas allá de una reivindicación simplemente religiosa, también la formación de la Smalkalda perseguía fines políticos y económicos. Carlos I de España, estaba dispuesto a hacerles frente y decidió ir a la guerra. Puesto que el siglo XVI había sido un siglo plagado de guerras, Carlos I no quería una guerra de desgaste sino una gran batalla total. Para toda la guerra reunió un gran ejército compuesto por 44.000 hombres cuyo núcleo estaba formado por 8.000 españoles de los Tercios Imperiales correspondientes al Tercio de Lombardía, Tercio de Hungría y Tercio de Nápoles veteranos de la Guerra de Italia y al mando del Duque de Alba. Por parte protestante las cifras eran parecidas si bien es verdad que contaban con un número bastante más amplio de piezas de artillería y algunos soldados más en total alrededor de 60.000. La batalla que decidiría el destino de la guerra llegaría cerca de la localidad de Mühlberg donde tras 9 días de persecución por parte del ejercito imperial de Carlos I, los exploradores dieron con la posición donde el ejercito de la Smakalda estaba aposentado. El ataque de las tropas católicas lideradas por los veranos Tercios españoles era inevitable.


El primer obstáculo para las tropas imperiales (aquellas al mando de Carlos I de España) en la Batalla de Mühlberg no fueron los soldados luteranos sino el Río Elba. Todos los puentes cercanos habían sido destruidos y el caudaloso río impedía el asalto al campamento enemigo. Con la ayuda de un campesino local las tropas imperiales localizaron un paso relativamente practicable. Ahí es donde aparece una figura aún desconocida pero que durante los siguientes años sería un hombre muy distinguido en el ejercito español, hablamos de Cristóbal de Mondragón quien casi desnudo para evitar ahogarse cruzó el río con el agua hasta el pecho y una daga entre los dientes, su misión, apoderarse de una serie de barcas apostadas al otro lado del río que podían servir para construir un puente. Viendo aquella acción suicida muchos soldados heridos en su orgullo le siguieron y bajo el fuego de mosquetes e incluso artillería se hicieron, no se sabe muy bien como, con aquellas barcas. Es difícil entender como no resultaron todos muertos tras aquel acto tan valiente que llevaron a cabo aquel grupo de soldados que a posteriori serian premiados con ropajes de terciopelo y 100 ducados por el propio emperador. Las fuerzas españolas enseguida formaron un pequeño puente con el botín. Por la noche y amparada en la oscuridad la caballería formada por unidades húngaras, españolas e italianas, fue enviada de forma arriesgada a cruzar el río mientras las tropas de infantería cruzaban el modesto puente. La caballería pronto informó del número de enemigo y de su disposición.


El acercamiento nocturno a la posición luterana no había puesto en pie de guerra al grueso de sus tropas por lo que estas no estaban preparadas para el ataque. Al avance de la caballería imperial le salió al paso la caballería luterana que fue la más rápida en reaccionar de su ejército y trataba de ganar tiempo. La verdadera Batalla de Mühlberg daba comienzo. Este enfrentamiento entre caballerías que no fue claramente ganado por nadie, dio tiempo a la infantería imperial a cruzar el puente y formar rápidamente. Ya en el otro lado del río la infantería se unió a los arcabuceros que habían sido llevados por la caballería a la otra parte del río. La rapidez de movimientos cogió por sorpresa al ejercito protestante que tan solo tuvo tiempo a formar de forma desorganizada. Los húngaros fueron los primeros en atacar por el flanco derecho precedida por una descarga de arcabuces, pero la tímida carga fue resistida por las tropas luteranas. Mientras estas últimas trataban de preparar un ataque de caballería para dar tiempo a la infantería a replegarse en un bosque cercano, el Duque de Alba hizo sonar las cornetas ordenando una carga general liderada en vanguardia por las mejores tropas de aquel ejército, el Tercio de Nápoles. La carga causo daños en el ejército protestante de proporciones bíblicas, rompieron la formación de la caballería y la de la infantería que se encontraba en segunda línea.        

Los protestantes se batieron en retirada huyendo despavoridamente en total desorganización. El ejercito imperial ya tenia la victoria y solo tenia que rematar la faena. La Batalla de Mühlberg estaba decidida. Tan pronto como se rompieron las líneas, toda la caballería española, italiana y húngara cargó contra aquella masiva retirada causando una verdadera carnicería entre las tropas contrarias a Carlos I de España. Por su parte los arcabuceros, mucho más efectivos en abatir enemigos en retiradas que la lenta infantería portadora de picas disparaban a placer contra la multitud. Finalmente tras apenas sufrir bajas y causar una gran mortandad entre las filas enemigas, el emperador Carlos I consolidó su poder y la supremacía en el imperio de la religión católica. Todos los príncipes protestantes de la Liga murieron en la batalla menos Juan Federico quien fue hecho prisionero a pesar de que se intento refugiar en Wittenberg y la Liga Smalkalda fue disuelta. Para la historia quedarían las palabras de Carlos I de España y V de Alemania: "Vine, vi y venció Dios".        


Fuente: Batallas de guerra

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