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jueves, 23 de febrero de 2017

Un rey en la Torre de Luján

Pocas veces en la Historia se ha dado el caso de que, en una batalla, los soldados capturen al Rey enemigo. En nuestra larga y variada historia se ha dado este hecho en una ocasión con Francisco I de Francia en 1525.


A principios del siglo XVI, en la guerra de Italia en la que Francia disputaba a España el predominio en esa península, ocurrió el 24 de febrero de 1525 en Pavía –una ciudad a 35 km al sur de Milán- una gran batalla. Según el cronista Piero Pieri, para la batalla los imperiales contaban con 1.200 caballos ligeros y 800 hombres de armas de la caballería pesada; en la infantería había 5.000 españoles, 3.000 italianos y 12.000 alemanes; la artillería tenía 17 cañones. Defendiendo la ciudad de Pavía tras sus murallas había otros 1.000 españoles y 5.000 lanskenetes alemanes. Por su parte, los franceses disponían de 2.000 caballos ligeros y de 1.200 hombres de armas –mandados éstos por el Rey de Francia en persona-; y a pie, 6.000 franceses, 4.000 italianos, 5.000 lanskenetes y 8.000 suizos.

Un soldado español, guipuzcoano, Juan Villarta (otros cronistas hablan de que fueron Juan de Urbieta, de Hernani, Alonso Pita, gallego, y Diego Dávila, granadino), sin reconocer al Rey francés pero deduciendo por el lujo de su armadura, armas y equipos, que sería un caballero importante y que podría obtener un buen rescate por él -práctica habitual en aquellas batallas-, metiéndole la punta de la espada por un hueco de la armadura le invitó a que se le rindiera. Francisco I le contestó que no, que no lo haría a un simple soldado porque era el Rey de Francia y sólo se rendiría al Emperador Carlos V. Esta tensa situación la salvó un oficial que reconoció al Rey francés y éste aceptó darle su espada y el guante de su armadura en señal de que se rendía.

No se tenía noticia de haber capturado nunca al mismísimo Rey de Francia. Por ello, cuando todos conocieron tan insólita novedad, camino del campamento español, los soldados se agolpaban eufóricos para contemplar a Francisco I; los más osados se atrevieron a arrancarle partes del plumero del casco y de las vestiduras para llevarse un recuerdo de tan feliz día.

Tras ser capturado, éste, mientras, acompañado de su escolta, llegó a Palamós –Gerona-, pasó por Barcelona y Valencia y llegó a Madrid a mediados de agosto.

Cronistas de ese mismo tiempo como Gonzalo Hernández de Oviedo y Pero Mejía sólo refieren lo sustancial, que Francisco I quedó alojado en el Alcázar. Es Gil González Dávila quien da la primera noticia, aunque sin aportar referencias documentales: “Llegó el Rey Francisco preso a Madrid y las casas donde estuvo aposentado están en la parroquia de San Salvador y eran de don Fernando Luján, mientras no le pasaran a Palacio”. A pesar de la tardanza en aparecer este dato –esta crónica es de 1622-, se acepta generalmente su credibilidad al ejercer el oficio de cronista real desde 1612 y por lo tanto gozaría del conocimiento de estos detalles ya antiguos. A partir de esta breve noticia, nuevos detalles van apareciendo en crónicas posteriores: Gerónimo de la Quintana relata en 1629 que el Rey francés fue aposentado “de primera instancia en la torre de la casa de los Luxanes…”; posteriormente, Francisco Diego de Sayas precisará, en 1666, que su estancia fue durante “algunos días”.


Con estas noticias que, por la falta de referencias y su distancia temporal a los hechos que refieren, no han de considerarse estrictamente como ‘historia’ sino como ‘relato tradicional’ que, no obstante, ha sido aceptado como verídico, aparece la vinculación del Rey de Francia con la Torre de los Lujanes de Madrid. Su estancia en este alojamiento sería, en cualquier caso, meramente provisional y seguramente forzada por algún retraso en los trabajos de acomodación de las estancias del Alcázar destinadas a su residencia.

Fuentes:

http://www.onemagazine.es/noticia/20452/nacional/en-este-edificio-de-madrid-estuvo-prisionero-el-rey-de-francia.html






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