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El 19 de mayo de 1643 se libró en los campos de Rocroy el enésimo enfrentamiento entre españoles y franceses. Nos hallamos ante una batalla clásica, que don Francisco de Melo no debería haber perdido. No fue la fatalidad, sino el buen hacer del joven duque de Enghien el que con una hábil maniobra, sorprendió a los españoles. Su victoria no fue fácil y demostró lo costosas que resultaban las victorias sobre las tropas del Rey Católico. Italianos, walones, borgoñones, alemanes y españoles combatieron en ella denodadamente y, a pesar de la fortuna, conservaron la fama de ser la mejor infantería del mundo.
Esta inopinada derrota, no constituyó el fin de los Tercios Españoles, como machaconamente se ha repetido. No hubo apenas pérdidas territoriales, no se procedió a modificar la estructura del ejército de Flandes, ni se cambió la táctica que tantas victorias
había conseguido.
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