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martes, 5 de enero de 2016

Los Reyes Magos en la España del Siglo XVI, su significado y su historia.

"Unos magos vinieron del Oriente", dice San Mateo en su Evangelio. Así comienza la historia de los tres Reyes Magos y de su adoración al Niño Jesús. Una leyenda de múltiples
significados y formas de representación que ha evolucionado a lo largo del tiempo hasta convertirse en uno de los temas iconográficos favoritos del arte cristiano.
Esta Adoración de los Magos es una talla en madera policromada de la primera mitad del siglo XVI, probablemente de hacia 1530, de un autor anónimo de la escuela castellana. La escena se compone inscrita en un rectángulo. En un primer plano, la Virgen, de perfil, sostiene al Niño. Arrodillado a sus pies, un rey anciano que identificamos como Melchor. En un segundo nivel, de pie, tres figuras masculinas: Gaspar y Baltasar detrás de Melchor, y San José detrás de la Virgen.
 

 
 
 

La evolución de esta leyenda comienza en las palabras simples de San Mateo: "Nacido Jesús en Belén de Judea, en tiempo del rey Herodes, unos magos que venían del Oriente se presentaron en Jerusalén diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle".
 
Los Magos son recibidos por Herodes, que quiere descubrir el paradero del nuevo rey. Desconfiados, le dejan atrás, continúan hasta Belén y encuentran a la Madre y al Niño, al que adoran postrándose y al que entregan presentes de oro, incienso y mirra. Después, "avisados en sueños que no volvieran a ver a Herodes, se retiraron a su país por otro camino" (Mateo, 2, 1-12).

 
"Unos magos que venían del Oriente", dice San Mateo, el único de los cuatro evangelistas que menciona este suceso (San Lucas narrará la Adoración de los Pastores). Ni dice reyes, ni tres, ni siquiera menciona sus nombres y, sin embargo, la Adoración de los Magos ha sido una de las imágenes que más se han representado en el arte cristiano.
 
La palabra “mago” ya es controvertida de por sí, sobre todo, si tenemos en cuenta que el Evangelio de San Mateo se conoce por su versión griega, no por la aramea, que fue la original, con lo que se ignoran los posibles errores en la traducción. Los magos eran, para los judíos, sacerdotes del culto a Zoroastro, que escudriñaban los cielos en busca de signos y a los que se les atribuían poderes ocultos y capacidad de efectuar hechizos. También se llamaba mago a los judíos que no regresaron de Babilonia o a los que realizaban prácticas vergonzantes de brujería. Sin embargo, poco tiene que ver el mago astrólogo de esta historia, con el nigromante tramposo Simón, apodado "el Mago", que hace trucos baratos en los Hechos de los Apóstoles.
 
Los Magos astrólogos vieron una estrella que les guió hacia Belén, pero Lucas cuenta cómo a los pastores se les apareció un ángel; es decir, que hubo dos maneras de manifestar el nacimiento: al pueblo, por simple, de forma directa, y a los magos, por eruditos, a través de un signo. Se refuerza así la teoría posterior de San Jerónimo, que considera que los pastores sólo vieron en el Niño al Mesías Salvador, mientras que los Magos supieron observar su verdadera naturaleza divina. Y por eso se arrodillaron.
 
El tema de la postración de los Magos hizo correr ríos de tinta al primer mundo cristiano. Unos paganos son los primeros en adorar al Niño Dios y, ni más ni menos, de Oriente, donde, según crónicas medievales, "la gente estaba sorda de tanto ruido que hacía el sol al salir". Los cristianos de origen judío, que arrastraban de su primera religión la idea de ser un pueblo elegido, no vieron con buenos ojos que unos extranjeros adoraran a su Dios.
 
Los cristianos gentiles, sin embargo, aceptaron rápidamente el suceso ya que prefiguraba su propia condición de extraño convertido. Lo que no dice San Mateo es la forma en la que se postran, y, claro, había que buscarla. Durante los primeros años del arte cristiano, los Magos, en fila, acudían con sus presentes ante la Virgen con el Niño y no se arrodillaban, pero pronto se adoptó, y así lo representa la pieza que nos ocupa, una manera oriental de sometimiento que pasa después a Roma y al mundo medieval en los juramentos de fidelidad al rey: la proskynesis o postración, en la que el postrado se arrodilla en señal de humillación y besa el pie como signo de respeto.
 
 

Pero, ¿qué fue de los Magos una vez que adoraron al Niño? Juan de Hildesheim escribió en la segunda mitad del siglo XIV el Libro de los Reyes Magos y en él nos cuenta qué es lo que sucedió. En primer lugar, a los Reyes no les fue tan fácil regresar a su tierra como les había resultado llegar a Belén.

El mismo recorrido que habían hecho en trece días lo hicieron ahora en dos años, y por todos aquellos lugares por los que pasaban hablaban de las maravillas del Niño. Los Reyes se separaron y cada uno volvió a su tierra, donde llevaron vidas ejemplares.

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