La Batalla de Nördlingen pertenece a la Guerra de los 30 años. Con una Europa infestada de enemigos, franceses, holandeses, suecos, ingleses etc. la única manera que tenía España de enviar tropas al centro de Europa y Flandes era mandándolas por mar a Génova y de allí a las diferentes posiciones dependiendo de la necesidad de la contienda. En uno de esos viajes se encontraba las tropas de Fernando de Austria quien dejaba Milán atrás y cruzaba los Alpes con 12.000 hombres que continuamente se iban viendo reforzados por las prestaciones de los diferentes aliados de España, especialmente de la caballería ligera croata. El núcleo de estas fuerzas lo componían dos Tercios Españoles muy veteranos, el Tercio de Idiáquez y el Tercio de Fuenclara, que se veían reforzados inmediatamente por 4 tercios napolitanos y 3 lombardos, en total, sumando las demás unidades que componían el ejército, el ejército llegó a tener un tamaño entorno a 30.000 hombres. Este gran ejército acudió a reforzar el Sitio de Nördligen realizado por tropas de Fernando de Hungría aliado de España que se enfrentaban a 600 protestantes. Para auxiliar a estos últimos se formó un gran ejército protestante de 25.600 hombres, 9.300 de ellos soldados de caballería y 54 cañones. El encuentro entre ambas fuerzas era inevitable.
Las pocas tropas protestantes sitiadas en el interior de la ciudad de Nördlingen aguantaban el sitio por la buena fortificación que poseía la ciudad lo que hacía una temeridad atacar a las tropas protestantes que se situaban al otro lado de la ciudad dispuestas a levantar el sitio con Nördlingen a la espalda. Por lo tanto, las tropas hispano-imperiales decidieron abortar los planes de ataque y aguardar la embestida protestante que pronto llegó. A pesar de ser levemente inferiores en números, suecos y sajones (es decir el bando protestante) decidieron lanzarse al ataque confiados en la supuesta poca calidad de las fuerzas imperiales y pensando que sería una victoria relativamente fácil. En un principio el plan parecía salir bien, el repentino ataque consiguió sorprender a las fuerzas imperiales quienes no esperaban tal batalla de manera tan temprana.
Ante el ataque, las fuerzas imperiales decidieron dividir sus fuerzas por un lado estarían las tropas españolas con Tercios muy veteranos y de una calidad excepcional y por el otro las demás tropas, en las destacaban las alemanas negativamente puesto que aunque de mando veterano, eran tropas muy inexpertas. Los primeros combates se desarrollaron en torno a una colina que dominaba el campo de batalla llamada Albuch en el que tropas imperiales habían establecido una fuerte posición. Los suecos que eran unidades de muy buena calidad y famosos por su ataque combinado de infantería y caballería intentaron tomarla durante todo el 6 de Septiembre y consiguiéndolo al caer la noche tras duros combates en los que destacaron las tropas italianas por un bando y los formidables soldados suecos por el otro. Puesto que esta era una posición dominante enseguida ambos ejércitos se dieron cuenta de que era la clave de la batalla y a la mañana siguiente las tropas imperiales se propusieron recuperarlo. Para tal misión se destinó una fuerza en cuya primera fila se situaron dos regimientos de alemanes y el efectivo Tercio italiano de Toralto mientras que en segunda línea se hallaba el formidable Tercio español de Idiáquez.
Ante el comienzo del avance imperial, los suecos lanzaron un gran carga de caballería que hizo huir a todos los alemanes de primera línea, pero el Tercio de Toralto aguantó y consiguió retenerlos hasta que llegó la caballería para contrarrestar la carga. El contraataque sueco fue detenido en seco. Ante esto los suecos lanzaron una nueva carga con lo mejor de su caballería pesada, el Regimiento de élite Amarillo, pero nuevamente el Tercio de Toralto aguantó escudándose en sus picas y rechazó el ataque. Con la moral alta llegó por fin el turno del Tercio de Idiáquez que compuesto por los mejores soldados del mundo iniciaron un ataque combinado de salvas y picas que no tuvo rival. Eran prácticamente imparable y a las 7 de la mañana ya se había hecho con la preciada cima de la colina causando además numerosas bajas entre los suecos que intentaron volver a atacar para recuperar la colina y que nuevamente se llevaron un serio correctivo de los veteranos españoles. La táctica de los españoles era clara, sus mosqueteros disparaban por turnos, siendo más efectivos ya que los suecos disparaban tres filas a la vez, y cuando hacían eso los españoles se agachaban de forma sincronizada y esquivaban gran parte de los disparos.
A partir de entonces, lo suecos comenzaron a lanzar ataques sin parar a la colina y todos eran rechazados por los Tercios Españoles que eventualmente se veían reforzados por cargas de la caballería. En total 15 ataques rechazaron sin apenas sufrir bajas de consideración y mermando y sobre todo agotando al enemigo. Tras estos 15 ataques y con los protestantes ya extenuados, los Tercios Españoles pasaron al ataque. Colina abajo cargaron como era costumbre en silencio, gritando solo al aproximarse mucho al enemigo ¡Santiago y cierra España! Los suecos y sajones comenzaron a ceder terreno rápidamente y pronto aquello se convirtió en una desbandada. Una última reorganización y carga de caballería sueca tuvo lugar sin éxito. Todo el ejército protestante se batía ya en retirada y entonces la caballería croata, experta en estas situaciones, entró en escena galopando a la caza de los desorganizados enemigos que no tuvieron otra que abandonar el campo de batalla por la vía rápida. Suecia dejó de ser con esta derrota una potencia militar, puesto que la mayor parte de su ejército había sido derrotado y el mito de invencibilidad de sus soldados había quedado en entredicho.
Fuente: Batallas de guerra
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