Felipe II viendo como los herejes se convertían de nuevo en amenaza ordenó que los Tercios Españoles volvieran a Flandes, además de hacer llamar al gobernador de Milán para que mandase más tropas al lugar anteriormente citado.
El hijo bastardo de Carlos I de España celebró el regreso de los tercios con gruesas palabras: «A los magníficos Señores, amados y amigos míos, los capitanes de la mi infantería que salió de los Estados de Flandes. A todos ruego vengáis con la menor ropa y bagaje que pudiéredes, que llegados acá no os faltará de vuestros enemigos».
Alejandro Farnesio, sobrino de Don Juan de Austria pero de la misma edad y también combatiente en Lepanto, guió un ejército de 6.000 soldados de élite en dirección a Flandes.
Don Juan de Austria emitía en Namur a los herejes que ellos estaban allí para proteger el territorio de las amenazas externas restableciendo la autoridad real y la religión católica.
El ejército rebelde fue en dirección a Namur con el objetivo de expulsar a los españoles con un ejército de 25.000 hombres. Al frente se encontraban 17.000 españoles con generales importantes como Mondragón, Toledo, Farnesio... bajo la orden de Juan de Austria, el que fue héroe de Lepanto.
La confrontación comenzó con una escaramuza encabezada por Octavio Gonzaga, otro de los hombres de confianza de Don Juan de Austria, a la cabeza de 2.000 soldados con el fin de entretener al grueso del ejército enemigo. Con tan mala suerte para los rebeldes que, yendo más lejos de sus instrucciones, las tropas de Gonzaga empezaron a hacer retroceder la línea enemiga. Temiéndose que el enemigo se abalanzara de golpe como respuesta, Don Juan de Austria ordenó a un capitán llamado Perote, cuya compañía se situaba en la vanguardia y seguía avanzando, que retrocediera. Indignado, pues pensó que le trataban por un cobarde, Perote contestó de malas maneras, sin retroceder un palmo, «que él nunca había vuelto las espaldas al enemigo, y aunque quisiera no podía».
Egmont junto con la caballería española emprendieron una carga arriesgada encabezada por Farnesio hacia los flancos de las tropas de los Estados Generales quedando el enemigo debilitado, además de sufrir muchas bajas en el primer ataque. Los rebeldes huían estando cerca de Gembloux mientras la caballería seguí atacando sin pausa.
Llegó la hora de la infantería que se lanzó al ataque dejando a los rebeldes sin opciones de poder lograr una victoria aquel día.
Las tropas de el Taciturno sufrieron 10.000 bajas, además de la pérdida de cuatro estandartes, 34 banderas, la artillería y todo el bagaje. Solo se salvaron aquellos que se escondieron en Gembloux y los que huían "a uña de caballo" y que pudieron llegar sanos y salvos a Bruselas.
Tras finalizar esta batalla, Don Juan reprendió a Alejandro Farnesio por haberse arriesgado personalmente tanto en la lucha, ya que el rey lo había enviado a Flandes como general y no como soldado. A esto que Farnesio delante de la Tropa dijo: «no podía llenar el cargo de capitán quien valerosamente no hubiera hecho primero el oficio de soldado».
Esta batalla dejó la moral de los rebeldes quedó por los suelos en su intento de expulsar a España de aquellas tierras sorprendió a Guillermo de Orange y al resto de cabecillas de la rebelión festejando en Bruselas que el poder del Imperio español había quedado reducido a controlar Luxemburgo y la ciudad de Namur.
Fuentes:
- Cuando éramos invencibles. Jesús A.Rojo Pinilla.
- ABC
- Tercios de España: La infantería legendaria. Fernando Martínez Laínez y José María Sánchez de Toca.
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