Los soldados del Tercio Viejo estaban a merced de la artillería de la flota enemiga, apenas tenían víveres ni ropa seca con la que combatir el frío, estaba claro que en aquella dichosa isla, las fuerzas españolas no aguantarían mucho. No obstante el almirante Holak que conocía bien a los españoles no quería bajas innecesarias por lo que a pesar de la precaria situación de los sitiados, este les ofrecería una honrosa rendición. La respuesta del Maestre de Campo Bobadilla al cargo de los soldados españoles fue clara: «Los infantes españoles prefieren la muerte a la deshonra. Ya hablaremos de capitulación después de muertos». Esta insolencia a los ojos de Holak hizo que su orden inmediata fuera abrir un segundo dique e inundar aun más la zona. Los españoles se retiraron al lugar que aun permanecía sobre el mar, una pequeña colina llamada la colina de Empel.
Sin apenas esperanza y con la imposibilidad de su auxilio, el Tercio Viejo ya se preparaba para lo peor pues la mayoría de las pocas provisiones que les quedaban tuvieron que ser abandonadas a su suerte ante la violencia con la que se precipitó el agua sobre la isla. Tras este episodio y con el tercio dispuesto a aguantar cuanto se viniese encima, un soldado cavando una trinchera se topó con algo duro. Era una imagen flamenca de la Virgen de la Inmaculada Concepción. Los soldados del tercio eran muy católicos, y enseguida se tomaron el hallazgo como una señal divina. La imagen se dispuso en un altar improvisado y los soldados se encomendaron a ella para que les ayudase en la batalla. Bobadilla para arengar a sus soldados en plena adoración se dirigió a ellos y dijo: "¡Soldados! El hambre y el frío nos llevan a la derrota, pero la Virgen Inmaculada viene a salvarnos. ¿Queréis que se quemen las banderas, que se inutilice la artillería y que abordemos esta noche las galeras enemigas?" "¡Si queremos!".
Esto ocurre un día antes de que el enemigo tenga pensado atacar. El día 8 seria el día del ataque final pero, en la madrugada del día 7 al 8 un frío inusual acompañado de un viento huracanado, convierte en hielo la superficie del cauce del Mosa de tal forma que se podía caminar sobre él. Los soldados entonces vieron su oportunidad y marcharon sobre el hielo hacia la flota enemiga que no se esperaba un ataque total. Los combates fueron impecables para los españoles. Rebeldes y mas rebeldes morían, con una fiereza bestial los tercios acuchillaban y disparaban a todo aquel que se pusiese por delante, la sed de venganza acumulada por el asedio hacia que cualquier posible respuesta de los soldados holandeses fuese en vano. En el fuerte holandés situado a la orilla del río Mosa reinaba el desconcierto y el temor al ver que sus barcos estaban siendo destruidos. Finalmente los tercios de apodaron de numerosas armas, prisioneros, y de todos los barcos no destruidos. El Milagro de Empel se estaba gestando.
No obstante la venganza no estaría completa hasta que acabasen con el fuerte, cosa que con la moral por los aires de un tercio es muy fácil que ocurra. Esa misma madrugada el tercio recompuso su formación y marchó hacia el fuerte donde se encontraba la artillería que tan precaria había hecho la situación de los tercios durante el sitio. El Tercio Viejo lleno de rabia e ira cargó contra el fuerte que fue tomado en muy poco tiempo, los rebeldes holandeses eran incapaces de parar a los cuadros de arcabuceros y piqueros españoles. La desbandada holandesa fue total en cuanto el fuerte cayó en manos españolas, entre los que huían se encontraba el almirante Holak dejando dos frases para la historia:
"Tal parece que Dios es español al obrar, para mí, tan grande milagro"
"cinco mil españoles que eran a la vez cinco mil infantes, y cinco mil caballos ligeros y cinco mil gastadores y cinco mil diablos"
La virgen de la Inmaculada Concepción fue tomada desde aquel día como patrona de los tercios y hoy en día es la patrona de la infantería española.
Fuente: Batallas de Guerra
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